A propósito del nuevo servicio de Davivienda acusado por plagio, conoce nuestras reflexiones:
Es muy común que cuando en Colombia se habla de firmar confidencialidad para revelar una idea la reacción del otro sea la pregunta ¿Es que piensa que me voy a robar su idea? Eso significa que, culturalmente, es un insulto.
Tal vez eso produce que los colombianos, contando desde emprendedores hasta grandes empresarios, sufran de una enfermedad letal para las ideas: La vergüenza.
Nuestra primera recomendación es que cuando se trata de protegerse, la pena no existe, porque la traición ocurre hasta en la familia. Además recuerda siempre una cosa: mide el aceite desde el principio intentando firmar un acuerdo de confidencialidad, porque si no te quiere firmar, no es una buena señal.
Técnicamente la confidencialidad permite proteger información que se considera posee valor comercial y es secreta, de allí que para mantenerla en ese estado se deban tomar medidas como los acuerdos. Después firmado el acuerdo y ante el uso no autorizado de esa información, no nos tenemos que quedar con los brazos cruzados como los emprendedores del caso La Vaquinha sino que podrán iniciarse demandas por las acciones desleales de quien se había comprometido a mantener en secreto la información y a no usarla sin permiso.
Mi última reflexión es en torno al comportamiento “supuestamente” desleal de Davivienda, que por supuesto se basa en los hechos comentados públicamente por los emprendedores y no me consta de forma personal. ¿Por qué, quiénes o cómo nos enseñaron a los colombianos que ser tramposos es el camino a seguir? Cuando leo sobre este tipo de casos no dudo que la corrupción, reflejada en la deshonestidad de nuestras acciones, permea todos los ámbitos.
Tal vez nada tan Colombiano como las expresiones -que luego se convierten en principios de vida- no sea bobo, no se deje. El problema es que si se lo dices a tu hijo le estas diciendo que todo vale, y cuando eso ocurre, habremos formado un ser socialmente corrupto que luego podría ocupar, además de un cargo público, la dirección de un banco.
Escrito por: Adriana Rave Valencia
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